Todo lo que le contaría y no le contaría a mi Psicoanalista

febrero 11, 2010

Nueva Vida

Nunca tuve una buena vida. Siempre me sentí perseguida y nunca supe lo que era ser querida. Nací y Crecí en una casa y nunca salí de ella. Mi madre desapareció al poco de nacer y de mi padre nunca supe. Casi toda mi vida la pasé en la habitación de la Señora, siendo perseguida por ella una y otra vez. Nunca encontré el sentido a mi vida y siempre me sentí terriblemente despreciada. Disfruté de muy pocos placeres: algunos fueron los alimentos, otros los encuentros con mis semejantes y en algunas ocasiones, disfrutaba cuando corrían tras de mí sin éxito o cuando perturbaba el sueño o la concentración de la señora. Pero aquel día ella estaba más nerviosa de lo normal, no paraba de proferir gritos e insultos que creí iban dirigidos contra mí y en un brevísimo espacio de tiempo noté como mi cuerpo era totalmente aplastado por un artilugio horrible y sentí que había llegado mi muerte.

Pero este instante fue bastante breve, al menos eso creo, porque pronto me noté saliendo por un espacio estrecho y oscuro y oí mi propio llanto. Sin embargo ahora todo había cambiado: mi madre me rodeaba de cariño, amor y comida abundante y me estrechaba entre sus brazos con ternura. Pronto descubrí que mis alas se habían trasformado en unos hermosos brazos, mis ojos compuestos y sin párpados se habían convertido en unos preciosos ojos humanos y que además era plenamente consciente de mi nueva vida. Me sentí feliz, muy feliz por haber trascendido mi karma y haberme reencarnado de una horrible y triste mosca en un bello bebé humano.