En sus ojos se refleja la pérdida, el sufrimiento y el dolor de ser abandonada en el momento que más lo necesitaba, cuando se quedó embarazada. En ellos hay sumisión y pena, pero al mismo tiempo, hay un brillo que transmite un inmenso amor, su ansia de dar mimos y cariño, y el inmenso agradecimiento por ser rescatada.
Bimba es la perra más dulce y adorable que he conocido. Su vida está dedicada a hacer felices a sus dueños y a que hagan lo mismo con ella.
Maite, su dueña y mi amiga, es una persona digna de admiración que la recogió en una gasolinera en mitad de la Mancha, cuando se cruzó de forma fortuita en su camino.
Un historia real esta vez con final feliz. Ojalá existieran muchas más Maites y muchas más Bimbas. Y si algún día tuviera un perro desearía que fuera como ella.
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